miércoles, 27 de noviembre de 2013

En medio de la liebre-isla al oeste de Europa.

Las mañanas empiezan con el sol arriba desde temprano, el desayuno ingles “Full English” con una variedad de elementos le dan un sabor como de taberna. El cafe es de las pocas cosas que me salvan, después un cigarro  y unces minutos frente a la ventana. El humo del cigarro se confunde con el vapor del cafe, asignándole propiedades terapéuticas.
El baño, la preparación para salir, es un preámbulo a olvidar o casi olvidar si algo se deja en el departamento. Solo hace falta salir a la calle, teniendo la seguridad de que al volver las cosas seguirán en su lugar, que el desorden permanecerá hasta que vuelva.

No es posible decir que no existe un movido inspirador en las caminatas de las mañanas. Las ramas de los arboles en el pleno del otoño, se tornan en colores de fuego, en esqueletos de ramas que se desmenuzan y forman las copas de los arboles. 
La arquitectura de las casas hechas de ladrillos, con el techo de teja a dos aguas, las ventanas del living extruidas medio metro y dan a un pequeño jardín empinado y corto con escaleras hacia la acera de concreto. Las estaciones de los autobuses en el monótono color azul que combina también con el azul del cielo y las nubes aborregadas, blancas; el verde y exquisitamente seccionado valle al fondo como pintado de verde y cenizas apagadas. 
Los edificios antiguos donde las ramas repliegan su avance sobre las parades, secas. Pero tienen un dejo a llamas, como si su sola tarea sea la de contener el calor de los edificios. 

Una ciudad preparada para el invierno. Donde se le deja correr al aire por grandes canales, grandes túneles entre edificios. Con una muy acertada y errática distribución de los arboles.
Muy sutilmente se puede notar que la ciudad esta entre colinas, hay tantos puntos altos que a veces se estorban y no dan descanso a la vista, que trata de ver hacia algo lejano, pero agradablemente las chimeneas se interponen y plantean otras ilusiones u otras sensaciones.
Pero cuando se camina cuesta arriba, al rededor de las 3 o 4 de las tarde, el sol plantea un escenario de cuento de hadas. Y si que parece un cuento de hadas tomando en cuenta el parecido que tienen las señoritas con las imágenes estereotipadas de las hadas.
No puedo hablar sobre la noche por que no tengo nada diferente que contar. Mas bien solo el fría. Contiene los mismo ruidos y casi los mismo olores de una colonia del centro, pero un poco mas desahogados.

La ciudad esta repleta de lugares paradisiacos, el Jardin Botanico, Peak District, City Hall, Hillsborough donde el rio cambia súbitamente de dirección gracias a una construcción civil y en escalones que se extiende como en una pequeña cascada, muy horizontal pero cascada al fin.


La entrada un domingo al Jardin Botanico tiene una impresión de soledad. Pero una vez adentro, resplandecen las cúpulas y los vidrios del edificio central. Se amplia el espacio en un gran corredor que termina en una fuente, y al cual otros caminos se juntan y se generan bifurcaciones, ya sea hacia una banca casi imperceptible debajo de un roble, ya hacia un pequeño jardín con una estatua que podría haber sido un espacio genial para un laberinto pero del cual solo intriga la inscripción debajo del sátiro.